lunes, 11 de agosto de 2008

Más sabe el diablo

Hace unos días me llamó Carlos Segarra, solemos hablar de nuestros proyectos (sobre todo los suyos que son a pares y a veces los mios, sobre todo en la actualidad creativa en la que me hallo, aunque eso es otro tema del que pronto escupiré). El motivo de su llamada era que estaba con los agradecimientos del disco nuevo de Rebeldes y quería que saliese nuestro club y preguntaba por su denominación final tras el cambio, "Rockers Pravia" le dije, "entonces lo puse bien" aseguró. Al colgar me acordé de aquella vez allá por el 89 cuando me vestí clavadito a Toni Nervio Roto, extraida imagen de un vinilo, y fui conscidente que de una u otra manera mis amigos y yo somos un poco más protagonistas de esos iconos que fueron mitos entonces. Y es que Carlos es así, pese a quien pese, directo, sencillo, sincero, y por eso a mis nietos puedo ponerle un tema cantado ten con ten con él, o quiso invitarme a subir en su última visita a Asturias. Ahora va a sacar un disco, lleva tiempo tras de este proyecto y lo merece.


En el verano del 2005 visité su pueblo y me metí en el BMW de su manager rumbo a un bolo de Rebeldes en Alicante (MediaticFestival), atrás estaba Ana a la que miraba mientras la aguja pasaba de 200 km/h. Me asusta la velocidad, sólo me relajaba que en los altavoces sonaban las maquetas de lo que ahora es el nuevo disco, y me transmitía unos Rebeldes frescos, enérgicos, ochenteros. Al llegar al recinto del festival aún estaba asustado por la velocidad y confiado por lo que acababa de escuchar, tanto que no dsitinguía al tipo que decía quería saludar al señor Segarra, creí que era un fan que quería mostrarle sus respetos y seguí de largo, era Enrique Bunbury que actuaba esa noche. Me metí en camerinos, esa noche los compartían con la Vargas Blues Band, Danza Invisible y unos espeluznantemente borrachos Limones, grupo gallego de pop fugaz y semi conocido, mi misión era cuidar de las guitarras de Carlos (o eso ponía el papel para acceder a zona VIP), pero me limité a disfrutar y a escuchar, aprendiendo de gentes que por allí pasaban con carretera y cicatrices que sólo curan con ciertos acordes. Gracias Carlos, tienes razón... más sabe el diablo...

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